La palabra ecualización etimológicamente deriva de igualar el espectro de un sonido grabado (o procesado) con su fuente original. Sin embargo, el ecualizador ha cobrado también otro importante rol: el de definir una estética sonora. La utilización del ecualizador con fines artísticos otorga una gran riqueza musical, y permite tener un mejor dominio en la suma de sonidos de una mezcla, y que cada uno de ellos obtenga su lugar y la sonoridad adecuada.
El espectro audible
Al ya conocido espectro audible le haremos una división subjetiva en cinco bandas de frecuencias, tal cual muestra la Figura 1.
Sub Graves (f<25Hz)
La banda de sub-graves presenta varias dificultades: en primer lugar, la imposibilidad de ser reproducida por la mayoría de los sistemas de sonido (y en el caso de poder ser reproducida, que los niveles de distorsión armónica sean bajos); en segundo lugar, el desplazamiento de continua.
La nota musical más grave que conocemos corresponde al La de la octava cero, correspondiente a 27.5Hz, lo que denota que en esta banda no tendremos información musical. Sin embargo, subarmónicos de ciertos instrumentos, efectos sonoros y golpes estarán presentes en este sector, y será de vital importancia entonces “guardarla” únicamente para estos eventos, ya que el resto de las posibles señales de esta banda puedan ser espurias y necesariamente deban ser removidas.
El desplazamiento de corriente continua (el famoso DC offset, f=0Hz) es otro de los artefactos sonoros que se presentan en esta banda. La asimetría respecto a polaridades positivas y negativas puede presentar en primer lugar un desplazamiento en el parlante-transductor, así como una mínima reducción del rango dinámico, especialmente en el dominio digital. Es por ello que es muy importante dejar nuestras señales libres de frecuencias ultra bajas o de 0Hz. La forma más común de verse en analizadores de espectro es como muestra la Figura 2. Esto es debido a que el ancho de la ventana del analizador no logra ser realmente de 1/12 de octava a frecuencias tan bajas. De ahí también podemos deducir que la veracidad del análisis espectral a tiempo real para eventos sonoros no periódicos en dicha banda es muy cuestionable y debe realizarse con criterio.
Graves (25Hz<f<125Hz)
En esta banda se encuentran las notas más graves. Acá se destacan el peso de las cuerdas más graves del piano, bajo y contrabajo, y el golpe de instrumentos de percusión, como el tom de piso y –obviamente- el bombo. Es de gran importancia guardar esta zona únicamente para estos eventos. La mejor forma de ver esto es cuando en el analizador no se observan movimientos cercanos al sector de sub graves excepto en pasajes de bajo y golpes de percusión. Si el movimiento en dicha banda no coincide con la rítmica, es muy probable que haya componentes de bajas frecuencias provenientes de otros instrumentos, o que verdaderamente sean ruidos o espurias.
Esta es la banda que a su vez es más propensa a sufrir bombeos, y a generarlos en la mezcla general. Es por ello que conviene también guardarla para los fines anteriormente nombrados, y que cuanto menor duración tengan estos eventos, mejor. Si bien no siempre es ello posible, debido a que una línea de bajo no necesariamente debe durar poco, esto es altamente recomendable para transitorios como golpes de bombo, donde es conveniente que no “canten” ni denoten altura tonal.
Medios Graves (125Hz<f<400Hz)
Esta es una de las bandas más complicadas. Por un lado, es la que otorga calidez a la mezcla, pero también es uno de los principales enmascarantes y causantes de opacidad. Esto se debe principalmente a que prácticamente todos los instrumentos poseen información espectral en dicha banda. Además, muchas de las fundamentales de la voz se encuentran aquí, y casualmente muchos de los errores acústicos de sala también. También suelen presentarse otros tipos de resonancias y formantes, donde muchas veces se marcan picos espectrales con anchos de banda muy pequeños. El notch y los cortes de campana fina son buenas herramientas para controlar todos estos inconvenientes.
Medios (400Hz<f<2kHz)
Esta banda comprende varias zonas, como la de las formantes de las vocales, y en particular la coloración del sonido “nasal” (a los alrededores de los 900Hz). Los ordenamientos de esta parte del espectro en lo que respecta a lo musical muchas veces dependen más de la composición y armonías que del ajuste del operador.
Medios Agudos (2kHz<f<8kHz)
Es el sector de mayor sonoridad. La inteligibilidad de la palabra se apoya en esta banda, debido a que las consonantes tienen gran composición espectral entre 2.5 y 5kHz. La sonoridad y el despegue de los parches también se ubican en esta banda, así como el pop de cuerdas de bajo y crudeza de las guitarras.
Agudos (8kHz<f<12kHz)
Ya no hay notas musicales en esta banda. Sin embargo se pueden identificar sin problemas diferencias de alturas tonales, que permitirán distinguir entre diferencias de percusiones agudas y matices en platillos. Entre el límite de esta banda y la de medios agudos ronda la sibilancia de las voces. Muchas saturaciones salen a la luz en esta banda, y otras tantas son opacadas por ella.
Agudos Superiores (f>12kHz)
Se la suele llamar “banda de aire”, porque el soplido del ruido inherente a cintas, cables y otros tantos factores se encuentra en esta banda. Muchos de los transientes, aunque no lo parezca, poseen composición espectral en este sector, y la supresión de estas frecuencias realmente modifica el timbre. Incluso está comprobado que la gran mayoría de los instrumentos producen armónicos de hasta 40kHz y más. Si bien muchas veces no todos los transductores pueden reproducir frecuencias por encima de los 18kHz, el roll off de esta banda (la forma en que decrece su energía) puede “recrearse” en forma psicoacústica, y si la caída no es muy pronunciada, aunque no se perciban frecuencias por sobre los 16kHz, igual se notará un sonido rudo y digital, mientras que si cae suavemente, el sonido tendrá mayor calidez.
También se delatan en esta banda los compresores digitales y especialmente los ecualizadores digitales de mala calidad o poco muestreo, y no necesariamente con altos niveles de distorsión armónica.
escrito por Juan E. San Martín